lunes, 25 de abril de 2011

SANTUARIOS IBÉRICOS:

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El yacimiento arqueológico de Torreparedones, en el que una misión hispano-británica llevó a cabo excavaciones en 1987, se sitúa en la campiña cordobesa, en el límite septentrional de los términos municipales de Castro del Río y Baena, tratándose de un asentamiento que ha tenido ocupación humana desde los tiempos de la Edad del Cobre y que en la etapa orientalizante (siglo VI a.C.) se dotó de una sólida muralla que en algunos puntos alcanzó los nueve metros de espesor y que reforzada con contrafuertes y torreones delimitaba un espacio interior del orden de las 10 hectáreas. Presenta esta sólida muralla una especial similitud con la de Puente Tablas, en Jaen, objeto también de recientes estudios.



Tradicionalmente el lugar ha sido conocido como el Cortijo de las Vírgenes, debido, quizás, a que algunos eruditos pensaban que aquí habían sido martirizadas, en el siglo IX, las santas Nunilo y Alodia. Es posible que la ciudad iberorromana que aquí se desarrolló fuese la colonia Ituci Virtus Iulia que cita Plinio dentro del convento jurídico Astigitano. José Antonio de la Morena, que ha investigado en este yacimiento, piensa que la denominación de Cortijo de las Vírgenes puede hacer referencia a las múltiples estatuillas-exvotos que han aparecido en este lugar, de igual modo que el Cerro de los Santos de Albacete, en el existió un importante santuario ibérico, debe también su nombre a esa misma circunstancia.



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Santuario iberorromano de Torreparedones



Fuera de las murallas de Torreparedones, en el extremo meridional de la ciudad, se han excavado los vestigios de lo que hubo de ser un importante santuario ibérico, datado en los tiempos en que ya se registra aquí la presencia romana (siglos II-I a.C.). En este edificio, único santuario ibérico excavado hasta la presente, y en sus inmediaciones, se han encontrado multitud de pequeños exvotos fabricados en piedra caliza local, que destacan por su tosquedad y esquematismo. Se trata de estatuillas con representaciones de personajes que presentan un tratamiento rígido y estático: sus cuerpecitos son usualmente compactos, con los brazos pegados al cuerpo. También se han encontrado abundantes representaciones de piernas.



Estas pequeñas estatuas se interpretan como exvotos ofrecidos en lo que fue un santuario ibérico, para agradecer dones recibidos, cumplir promesas, pedir sanación de enfermedades, etc. Guardan una estrecha relación con los modernos santuarios católicos y con todo lo que su filosofía encierra. No existe mucha distancia, en ese sentido, entre la religiosidad cotidiana de los iberos y la nuestra. El santuario debía aprovechar la especial calidad mineralógica del cercano manantial de El Pilar, cuyas aguas son recomendadas para el tratamiento de enfermedades como la artritis, reumatismo, gota, etc. Las representaciones de piernas que se han identificado hablan con elocuencia. Un epígrafe procedente de este yacimiento, en el que se ha interpretado una alusión a la "Dea Caelestis" hace que se piense que el santuario hubo de tener esa advocación. Se trata de una diosa romana que se identifica con la gran diosa Tanit cartaginesa.



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Relieve ibérico que muestra una pareja de mujeres en actitud oferente. Museo de Cañete de las Torres



De Torreparedones procede un bello relieve ibérico que muestra una pareja de mujeres que portan un vaso en actitud oferente. Se ha fechado entre los siglos II-I a.C. y quizás formase parte de un monumento funerario de tipo turriforme o del propio templo que existió en este santuario, cuyos vestigios han sido aflorados por la misión hispano-británica que aquí ha excavado. Esos estudios acreditan que el santuario quedó fuera de uso en los años situados en el cambio de Era, a pesar de que la ciudad siguió siendo en tiempos romanos una plaza fuerte con densa ocupación. Habrían de pasar muchos años para que en el siglo XV Torreparedones, para entonces una simple aldea rural, se convirtiera en un despoblado.



Otros dos santuarios ibéricos se tienen identificados en la provincia de Córdoba. Uno de ellos se ubicó en el Cerro de la Mesa, en Luque, en donde se han encontrado placas de piedra con grabados de équidos. El otro se situó en la Cueva de la Murcielaguina, en el paraje de Las Angosturas, en Priego de Córdoba. Enmarcada en un bellísimo paraje natural en esta cueva santuario se han encontrado diversos exvotos (cabecitas de caliza) y vestigios de las libaciones rituales que en ella debieron ser efectuadas. Se ha datado la ocupación de esta cueva, con esos fines cultuales, entre los siglos IV y III a.C.

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