domingo, 20 de junio de 2010

ÚLTIMOS DESCUBRIMIENTOS ¡Usted es un neandertal!


D.R.
Sus mandíbulas prominentes eran como una tercera mano que les permitía sujetar cualquier cosa imaginable. Su nariz ancha calentaba el aire gélido antes de entrar por las vías respiratorias.


Mírelo a los ojos. ¿Le resulta familiar? Es el rostro típico de un neandertal. La ciencia ha descubierto que todos llevamos parte de él en nuestros genes. Pero no se preocupe, nuestro robusto pariente era sorprendentemente listo y cultivado. Se lo contamos.



Las joyas procedían de España, el Cáucaso, Croacia y Alemania: se trataba de huesos de neandertal, guardados durante largo tiempo en los depósitos de distintos museos. En el laboratorio del Instituto Max Planck, de Alemania, los investigadores buscaron mensajes del pasado ocultos en esos viejos restos. Primero, los rasparon y extrajeron de ellos material celular. A continuación, secuenciaron su ADN. El proceso duró cuatro años. Finalmente, el mes pasado el paleogenetista Svante Pääbo presentó los espectaculares resultados de su trabajo detectivesco: la descodificación del genoma del neandertal, esa especie que habitó en Europa hasta hace unos 30.000 años. Era la primera vez que se obtenía el genoma de una especie extinta del género Homo.


Pero si este descubrimiento era importante, aún más impresionante fue lo que hallaron cuando compararon el genoma de los antiguos huesos con el de los humanos actuales. Conclusión: todos tenemos algo de neandertal. «Entre un uno y un cuatro por ciento de nuestro ADN proviene de ellos», afirma Johannes Krause, del Instituto Max Planck. No parece mucho, pero todavía sigue activo en nosotros. Aún no sabemos con exactitud cómo. En cualquier caso, esos genes demuestran que el ser humano moderno y el neandertal tuvieron que mantener relaciones sexuales entre ellos... y tener descendencia. Un mestizaje que muchos expertos habían descartado. Su docta opinión era que el neandertal supuso una vía muerta de la evolución. Desapareció de la Tierra, pensaban, sin dejar rastro genético en su exitoso sucesor, el Homo sapiens.


Aunque este descubrimiento supone toda una novedad, esto no quiere decir que nuestro antepasado fuera un desconocido. Al contrario, de todas las especies Homo prehistóricas, a ninguna se la ha investigado tanto como al neandertal. Desde que en el año 1856 salieran a la luz los famosos restos en Neandertal, cerca de Düsseldorf (de ahí le viene el nombre), los antropólogos han encontrado fósiles de cientos de individuos, abundantes herramientas y asentamientos.


Todo ello ha permitido a los científicos reconstruir una imagen fascinante de nuestros antepasados y eliminar ideas erróneas. El neandertal, por ejemplo, no era un ser estúpido con andar torpe y gestos de simio. Era hábil e inteligente.


Los neandertales son los descendientes de unos emigrantes africanos que se instalaron hace muchos cientos de miles de años en grandes zonas de Europa y de Oriente. El total de la población europea se calcula en entre 7.000 y 10.000 individuos. Al principio, los que salieron del sur eran bípedos altos y esbeltos. Pero hace 130.000 años habían cambiado tanto que a partir de ese momento los científicos hablan ya de «neandertal clásico». Eran unos tipos robustos, musculosos. Un macho medía 1,60 metros de alto, pero pesaba sus buenos 70 kilos. Tenía una mandíbula fuerte, torso ancho y brazos y piernas cortos. El cráneo tenía cuencas oculares grandes y una mandíbula prominente. Y una enorme nariz en medio de la cara.


Su corpulencia era consecuencia de una actividad física muy exigente. Lo mismo se puede aplicar a la mandíbula. Los científicos suponen que con sus dientes no sólo desmenuzaban los alimentos, sino que también podían ablandar el cuero masticándolo o sujetar cualquier cosa imaginable. Sus mandíbulas eran como una «tercera mano» para ellos.


Además, su cuerpo compacto era una adaptación al frío. Una superficie corporal pequeña minimiza la pérdida de calor interno. La nariz ancha tenía la función de calentar el aire gélido antes de que entrara en las vías respiratorias.


En la época de los neandertales, el clima era muy cambiante: se alternaban periodos cálidos y fríos, pero los gélidos eran claramente más largos. En estas fases, con nieve más de la mitad del año, en Europa sólo sobrevivía una vegetación escasa. Había que cazar. Y la caza era abundante: rinocerontes lanudos, bisontes, ciervos gigantes, mamuts, osos y leones cavernarios.


Los neandertales eran maestros cazadores. Lo demuestra la gran cantidad de yacimientos en los que se han encontrado restos de muchos animales diferentes. Por ejemplo, los arqueólogos descubrieron al noroeste de Hannover, el esqueleto de un elefante de los bosques. Tenía una lanza entre las costillas. Hace 125.000 años, alguien tuvo que arrojarle el arma desde una distancia mínima.


El neandertal perfeccionó la caza gracias a que aprendió a obtener láminas muy delgadas de piedra que se convirtieron en excelentes puntas de lanzas. Las nuevas cabezas para sus armas arrojadizas causaban heridas más profundas que las de madera. Y la presa tardaba menos en desangrarse.
Para unir la piedra a la vara de madera inventó el pegamento prehistórico: una resina de color marrón. Los análisis químicos han desvelado que se trataba de resina de corteza de abedul. «El neandertal poseía unas técnicas que era imposible que hubiese podido observar directamente en la naturaleza, tuvo que inventarlas», dice su descubridor, Dietrich Mania, paleontólogo de Jena. Para obtener la masa de resina, tuvo que guardar la corteza de abedul en un lugar estanco y luego llevarla a una temperatura constante de entre 340 y 400 grados. Sigue siendo un enigma qué técnica pudo usar para conseguirlo.


El hombre de neandertal comía carne, como un lobo. La abundancia de proteínas, más digeribles al asar la carne sobre el fuego del campamento, favoreció el desarrollo muscular y la grasa animal proporcionaba energía para el cerebro. El volumen craneal de los neandertales alcanzó los 1.700 centímetros cúbicos. Casi el doble que el de sus predecesores e incluso algo mayor que el nuestro actual.


Es difícil precisar qué habilidades le permitía semejante cerebro, pero es muy posible que fuese diestro e inteligente. Probablemente, contaba ya con la capacidad del habla. Lo certifica un hueso hioides encontrado en la tumba de un hombre, en el interior de una caverna cerca de Kebara, Israel. Este pequeño hueso situado en la laringe es imprescindible para la capacidad de articular. La presencia del gen FOXP2, localizado recientemente por los científicos de Leipzig en el ADN neandertal, es el combustible que alimenta la suposición. A este gen se lo considera el `gen del habla´ y en el hombre moderno es parte esencial en el desarrollo de esa capacidad.


En todo caso, el neandertal era un artesano muy habilidoso. También se construía sus propios refugios. Levantaba construcciones similares a tiendas de campaña al aire libre. Los científicos creen que tenían forma de cúpula, con ramas entrelazadas sobre las que se extendían pieles de animales. Hasta 20 personas podrían haber vivido dentro de uno de aquellos refugios.


Los neandertales mantenían vínculos sociales dentro de sus comunidades. Cuidaban de sus enfermos. A un esqueleto encontrado en el norte de Iraq le faltaba el antebrazo derecho y el extremo del húmero estaba dañado, posiblemente le habían amputado esa parte de la extremidad. La vida no había sido generosa con aquel hombre: tenía también lesiones en los huesos y en el ojo izquierdo, el reuma le había deformado las articulaciones y el pulgar del pie derecho. Si el clan no se hubiese hecho cargo de él, habría muerto antes.


La vida era corta en aquellos tiempos. La mayoría moría a los 20 años, aunque de vez en cuando alguno llegaba a los 50. Cuando fallecían, sus cuerpos no eran abandonados a los carroñeros, al menos no siempre. «Había enterramientos», dice Jörg Orschiedt, catedrático de Prehistoria. Un ejemplo serían los dos esqueletos de niños neandertales encontrados en Siria. Los cuerpos estaban colocados dentro de una fosa, claro indicio de que fueron enterrados. Desconocemos si se celebraban funerales. «No sabemos cómo eran los rituales –dice Orschiedt–, pero el entierro de un fallecido implica que experimentaban sentimientos como la tristeza, que trataban a sus muertos con respeto y que, quizá, creían en el más allá.»


A pesar de sus cientos de miles de años de existencia exitosa, el neandertal desapareció hace unos 30.000 años. ¿Qué ocurrió? Los investigadores se han pasado décadas planteando todo tipo de teorías. Había una cosa clara: dado que su desaparición se produjo poco después de que otro tipo de humanos, llamado Homo sapiens, saliera de África y emigrara a Europa; este recién llegado habría tenido algún tipo de implicación en el drama. ¿Pero cuál? ¿Portaban los nuevos un agente patógeno que resultaba letal para los neandertales? ¿O eran seres hostiles que los persiguieron y exterminaron? ¿O la lucha fue por la comida? Los nuevos datos que nos llegan de Leipzig sirven para limpiar tanta maleza teórica. El descubrimiento de nuestro parentesco con los neandertales hace evidente que su desaparición no tuvo nada que ver con la competencia con el Homo sapiens. Cobra fuerza la suposición de que simplemente desaparecieran mediante su progresiva mezcla con el ser humano moderno.


Los resultados de los estudios del Instituto Max Planck todavía no permiten corroborar al cien por cien esta afirmación. Y es que los investigadores no sólo han encontrado genes de los neandertales en los europeos, sino también en personas de Asia oriental, donde sabemos que nuestro antepasado nunca vivió. Este hecho permite especular con la idea de que esos contactos tan íntimos entre ambas especies no tuvieron lugar aquí, en Europa, sino en Oriente Próximo y mucho antes de que tuviera lugar su desaparición en Europa. La consecuencia es que estos mestizos habrían emigrado desde Oriente Próximo hasta Europa y otros lugares. Sólo futuras investigaciones acabarán resolviendo el enigma.

Horst Güntheroth
© Stern

EANDERTALES: BAJITOS Y MUSCULOSOS
Medían 1.60 metros de alto y pesaban 70 kilos. Su cerebro era el doble de grande que el de sus predecesores y algo mayor que el nuestro. Su físico estaba adaptado para la caza y la supervivencia.


EL INVESTIGADOR
El paleogenetista Svante Pääbo ha presentado en la revista Science sus hallazgos: «Hasta el cuatro por ciento de nuestros genes provienen del hombre neandertal».

PARA SABER MÁS...
http://www.eva.mpg.de/genetics/. Página web del Departamento de Genética Evolutiva del Instituto Max Planck de Leipzig, Alemania, dirigido por el paleogenetista Svante Pääbo.


http://xlsemanal.finanzas.com/web/articulo.php?id=56839&id_edicion=5307&salto_pagina=1

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